“Así que, en primer lugar, permítanme afirmar mi firme creencia de que lo único que tenemos que temer es el miedo mismo”.
La famosa frase de FDR de su primer discurso inaugural solía parecerme una verdad universal. Describe el miedo como “un terror sin nombre, irracional e injustificado que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance”. He interpretado esta línea como un llamado a ser valiente, a asumir la vida plenamente, a sacar lo mejor de una situación difícil y a contar las bendiciones al hacerlo. El estímulo y el sentido de valentía inherentes al discurso de FDR todavía me conmueven.